domingo, 5 de junio de 2011

Fui a la astróloga

Fui a ver a Alexandra para preguntarle qué hacer para empezar a ganar.

Llegué al consultorio de Alexandra como loca. “Dolores”, me presenté. “¿En dónde?”, me dijo. “¿En dónde qué?” “¿En dónde te duele, linda?”. “Bueno, todos los músculos, en especial los del brazo cuando se me achica al sacar”. Se quedó callada y me dijo: “Mejor te tiro las cartas, ¿Te parece?

A ver, ¿Cómo te llamás?” “Dolores! Ya te dije antes…” “Ahhhh”. Arrancamos mal, ¿O me preguntó mi nombre o qué me pasa? Ya no me acuerdo. Lo dejé pasar para no darme manija y me concentré en las cartas, corte y saqué la primera.

Con lo que me dijo me mató: “Veo que sentís un peso encima, es algo nuevo” (me miró y yo no dije una palabra. ¿Habrán salido en las cartas mis lolas nuevas?) Sacó otra carta. “Mmm…Dolores tenés los caminos cortados, -dijo- hay algo que te obsesiona y no podes avanzar”.

“Si, es verdad, mi única obsesión es el tenis. Entreno, entreno sin parar pero no gano. Me pongo loca cuando me festejan un tanto, y más loca cuando pierdo un tiro. Si voy abajo, se me achica el brazo; casi no meto el saque. Armo toda la jugada, como me dice mi profesor, para ir a la red y cuando llego la dejo muerta contra la red. No se qué hacer Alexandra, ¡Es como si tuviera un demonio dentro mío!”.

Para qué…?!: “Eso es exactamente lo que te pasa querida, yo te voy a ayudar a sacarlo”. “¿Pero vos jugas al tenis? ¿Entendés lo que me pasa? Porque yo no tengo mal de amores, ni de amigas, ni de hijos. Mi único problema es esa pelotita amarilla. ¿Entendés, Alexandra, lo que significa que se quede en la red o que se vaya un metro afuera?” “¿Cómo no te voy a entender?”, me dijo y se levantó.

Fue hasta un rincón y trajo un montón de velas, un frasquito y unas ramas. “¿Para qué es eso Alexandra?”, le pregunté. “Querida, confiá. Yo no ando con vueltas”, me contestó.


Se me frunció todo, ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza? ¿Lesionar a mis rivales? No sabía qué hacer. Bueno Loly, a confiar, me dije y la escuché atentamente:

“Escribí tu nombre y fecha de nacimiento en todas las velas” “¿Para qué?” “Para que tenga más efecto el trabajo” “¿¡Qué trabajo!? ¿¡Estás crazy!?” “Dolores…(Porfi, llamame Loly, no me hallo) bueno, bueno, Loly, ya te dije que te voy a ayudar a sacarte el demonio de adentro”

“¿Voy a jugar mejor? ¿Voy a ganar?” “Sí querida, por favor hace silencio y escuchame atenta: cuando llegues a tu casa, y antes que llegue tu marido, te haces un baño de inmersión con estas sales”, me dijo sacudiendo el frasquito. “¡Sí, me encanta! Adoro los baños con sales ¿Vamos a trabajar con aromaterapia, Alexandra?” “No querida, son sales a base de ruda macho y piedras molidas del Himalaya”. “¿Queeeeeeeeé?” Lo agarré a lo loca y leí “Sai de min: sales recargadas”. ¡Dios!, todo sea por el tenis… “Después de bañarte -siguió- te envolvés bien en una toalla, agarrás las ramitas, y en cada cuarto de la casa las sacudís como un plumero y decis: ‘sai de min’ “¿En el raquetero también?” “Sí si, en el raquetero también. Y ojo lo más importante: no te vistas, quedate envuelta en el toallón hasta que te acuestes así hace más efecto. Y sexo durante 24 horas ni hablar”.

Bueno, les cuento que seguí las indicaciones al pie de la letra. El “aroma” fue bastante bancable y, la verdad, es que después del baño me sentí como nueva. Me envolví en el toallón, puse la primera canción que encontré (Cabaret) y cantando como Liza –total estaba sola (los chicos estaban en casa de sus abuelos y mi marido cenando con sus amigos)- empecé a bailar como una gata agitando las ramitas.


Cada vez que decía “cabaret” cambiaba la letra por “get out of here” (me pareció más canchero que “sai de min”). Estaba como loca, poseída por la música, las ramas y la ruda macho, cuando me agarraron de atrás y me dijeron: “Loluchi, no pensé que mi mensaje iba a provocar este efecto… me doy una duchita y estoy con vos”. Me di vuelta con cara de pánico: “¡Mi amor! ¿Qué haces aca? ¿Y la cena?” “No te hagas la juguetona…te dije que aprovechando que no estaban los chicos podíamos comer juntos… pero parece que vos tenés otros planes para papi…” ¿Qué les puedo contar? Cumplí con ca-si to-das las ins-truc-cio-nes, menos una. No se si me dará resultado en el tenis, pero lo pase divino. ¡Por fin sin los chicos!

Loly, una tenista desesperada

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