Chicas, llegué a una conclusión dramática: la cantidad de horas que le dedicamos al tenis, es inversamente proporcional a la cantidad de horas que le dedicamos a los quehaceres de la casa
Sigo sin mucama y con 4 kilos de más.
La primera semana sin Zulma, mi casa se transformó en un concurso de talentos. La proveedora de participantes fue mi querida amiga Marcela Canicka (No sé cómo hace, pero tiene una agenda para este tipo de emergencias y siempre zafa).
La primera que me mandó, tenía 2 horas de viaje de ida, 2 de vuelta y quería trabajar con retiro. Así que la pobre mujer llegaba agotada y con ganas de tirarse en mi cama a ver la novela de las 3 de la tarde. Como si fuera poco -el segundo día de trabajo- puso en el lavarropas mi conjunto preferido de encaje colorado, con mi vestidito de tenis “ganador”. Punto final.
Llamé a la segunda de la lista.
Me pareció amorosa, educada; a todo lo que le preguntaba me contestaba: “Sí señora, por supuesto, lo sé hacer”. Le di todas las indicaciones (comida de la semana incluida) y todo parecía funcionar sobre rieles. Así que, después de dos días de control de gestión, me fui a tomar mi clase de tenis. Pensaba ir un rato por el gym para recuperar el tiempo perdido, pero algo me dijo que pase primero por casa. Estaba todo OK. Hasta la comida. Pero el silencio de tumba me hizo sospechar algo raro. Y así fue… la encontré husmeando en mi estante más adorado: el de mis perfumes (¿Les dije que muero por los perfumes franceses y los zapatos?). Al toque, se sentía el aroma de Ángel, la fragancia que vuelve loco a mi muñecote. Me puse re-loca “¡Mi vida cómo te atreves a usar mi perfume!”. “Señora Dolores qué le molesta,-me contestó- si tiene un montón y me puse solo una gotita”. No hace falta que les explique el final, ¿No?
Si para muestra basta un botón, dos botones en una semana me agotaron. Así que después de un weekend de tenis, masajes, manicura, asaditos y cine, me levanté el lunes con todas las pilas, me mire al espejo y me dije: “Loly, vos podés”. Me armé el equipo de batalla, fundamental mis guantes quirúrgicos para cuidar las manos y líquido multiuso para no complicarme. Para optimizar el tiempo y estar brutal para cuando llegara mi esposo, me puse una máscara de barro del mar muerto, una crema exfoliante para las manos y me calcé los guantes. ¡Genial!
A la hora y media, mi cara estaba tirante como si tuviera clara de huevo, las manos empapadas y pegadas a los guantes, la casa dada vuelta y, como si fuera poco, no tenía ni idea qué cocinar para la noche. Ahí caí en la cuenta de que éste era apenas el comienzo de una larga rutina in-far-tan-te. Y me di cuenta también cuánta ropa deportiva se lava y se plancha por día!!! Sin contar camisas, uniformes escolares y qué se yo cuantas cosas más. Obvio que en el tenis ni podía ni pensar…
En una semana aumenté cuatro kilos probando todas las comidas de mi menú: panchos, hamburguesas, patitas de pollo con ensalada rusa enlatada, revuelto de huevos y arvejas, y milanesas con puré como plato especial. Mi casa pasó de ser una sucursal del Dr. Comillot a una sucursal de comida chatarra.
Nadie se atrevía a decirme nada, se me notaba como loca y desesperada. Una tarde me quise mimar con un súper submarino, pero sentí tanta culpa que no le puse chocolate ni azúcar. Leche con nata servida en jarrito. En eso estaba, cuando llegó uno de mis chicos con su banda para ensayar ¿Les conté que uno de ellos es músico?
“Hola, Diosa”, me saludó uno de los chicos. Y pegadito, el comentario desubicado del baterista: “Loly, ¿Te sentís bien? Te noto un poco hinchada…”
Le sonreí falluta y le contesté: “Sí amoroso, estoy mejor que nunca. Vayan a ensayar”
¿Pueden creer que la única canción que tocaron durante dos horas fue una de Los Piojos (se llama Todo pasa, me dijo mi hijo) que no se de qué habla pero tiene un estribillo que dice así: “dale… Dolores no llores, dale…”?
¡Me quería matar! Parecía dedicada a mí.
En ese estado, en la misma silla y frente a mi jarro de falso submarino, me encontró mi muñecote cuando llegó a casa. Con una sonrisa enorme, me abrazó y me dijo: “Loluchy, tengo una sorpresa. No lo vas a poder creer”.
“¿¡¿¡¿Conseguiste una mucama?!?!?”
“No tesoro, nos vamos los dos solos una semana a Paris”.
Morí de amor.
¡Au revoir amis!
Loly, una tenista desesperada ©
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