La cocina es como el tenis, si no practicas te olvidas. Pero un buen vino, soluciona todo.
Si dejo de jugar por unos días, cuando agarro la raqueta no-sien-to la pe-lo-ta.
Ahora me doy cuenta que me pasa lo mismo con la cocina. Cuando no cocino seguido, pierdo la mano.
La diferencia es que: al tenis dejo de jugar cuando no me queda otra; pero en cambio cuando cocino, es porque no me queda otra. Es lo mismo pero a la inversa. ¡Qué horror!
Hace poco decidí tomarme un día a lo diosa. Los chicos se habían ido a dormir a la casa de los abuelos y mi muñecote llegaba tarde. Quedamos en cenar solitos.
Con esa perspectiva, después de jugar un partido buenísimo con Marcela, me fui a la peluquería para que me dejen divina: color, brushing y manos.
Por el camino, compré unas botellitas de Malbec para la noche y llegué a casa feliz tipo seis.
-“¡Hola Zulma!, ¿Alguna novedad?, ¿Qué preparaste para la cena?, ¿Te acordas que te pedí algo especial?”
-“Zuuulmaa…”, en eso apareció con cara rara.
-“¿Qué pasa, Zulma? No me asustes ¿Algún problema con los chicos, mi marido?”
-“No señora, quédese tranquila está todo bien –me dijo-. Lo que pasa es que quería comentarle algo. Algo personal”.
-“¿Te sentís mal, Zulmita?”
-“No, solo quería avisarle que me voy a Paraguay. A ver a mi familia”.
-“Ah…., creí que tu familia estaba acá”.
-“Bueno, en realidad mi pareja vive acá conmigo. Pero tengo 4 hijos en Asunción, con mi mamá”.
“¿¡Queeeeeeeeeeé!? ¿Pero qué pasó, hiciste una adopción Express? ¡Si cuando te tomé me dijiste que no tenías hijos!”
-“Bueno, bueno, quedate tranquila. No te preocupes (para eso estoy yo), ayudame en este tiempo a buscar alguna persona que te reemplace. ¿Hasta cuándo te quedas?” (A esa altura, estaba histérica, hablaba sola. Preguntaba y me contestaba yo misma).
-“El micro sale hoy a las 11 de la noche”, me contestó. Y siguió: “Ah!, señora Loly, no pude cocinar, porque tuve que preparar mi bolso”.
Chicas, entré en pánico.
Sin mucama. Sin comida. Con los chicos durante un mes en casa por la emergencia sanitaria y las vacaciones de invierno. Con un esposo que atender. Con mi trabajo en la redacción. Ya había pasado por esta situación y sabía lo que me esperaba. La conclusión era obvia: Loly, buscá reemplazo urgente o chau tenis.
Me acordé de Alexandra. ¿Tendría algunas sales milagrosas para esta situación?
Me dio cosa llamarla, así que opté por hacer respiraciones profundas al ritmo del ommmm.
Puse música suave, encendí unas velas aromáticas y busqué los guantes de látex.
Iba a preparar sushi para mi muñecote. Nada podía hacerme desperdiciar una noche a solas. Lo demás podía esperar.
La semana anterior me habían pasado una receta y me entusiasmé tanto que fui al bajo Belgrano a comprar todos los ingredientes. ¡Menos mal!
Me calcé los guantes para protegerme las uñas y comencé la tarea.
El arroz salió con el punto justo. La cosa se me complicó en la preparación.
Las hojas de alga no son compatibles con los guantes de latex. Pero yo no estaba dispuesta a que se me arruinen las manos.
Abrí el Malbec, me serví una copa. (¡Qué delicia!)
Me sentí más animada, me parecía re-divertido como se pegoteaba el arroz y se me ocurrió solucionarlo agregándole sésamo. Total, la cocina es creatividad.
El sabor estaba buenísimo. Me serví otra copa y brinde conmigo misma por el éxito del plato. ¡Qué noche para los sentidos!
-“Hola Loluchy!! Llegó el hombre de la casa!”
Lo recibí con un abrazo de oso, muerta de risa por la situación. La mesa estaba puesta regia. Estaba tan inspirada… no se qué me pasó pero tenía la creatividad a flor de piel. La casa parecía un spa de lo perfumada que estaba con tantas velas y el hornito con esencias.
-“¿Qué pasa gorda? ¿Tenemos sorpresa hoy?”
Me dio un beso y me dijo pícaro: “Parece que tomamos un poco ¿no?”
Le ofrecí una copa como respuesta y lo llevé triunfante a la mesa.
-“Tu plato preferido amor, lo hice yo. Probalo, dale. ¿Te gusta?”
-“¿Y?”
Una noche romántica: Música suave, velas, esencias, comida afrodisíaca y mucho romance... Put your head on my shoulder... hold me
-“Si, Lo… se nota que lo hiciste vos”, me contestó. “Está súper, súper… mm.... No me sale la palabra. ¡Ya sé! Pegoteado. Parece engrudo”.
-“¿Pero querés que te diga una cosa reina? ¡Es el plato más erótico que comí en mi vida!”
Muertos de risa, y con la única compañía de las copas, apagamos las luces y pasamos directamente al postre.
Dolores Pánico, una tenista desesperada ©
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